Es imposible que alguien tenga un verdadero arrepentimiento sin antes haber experimentado una profunda decepción de sí mismo.
Y esta decepción que le precede al verdadero arrepentimiento trae tristeza porque frente a nuestros ojos vemos como se desbarata la reputación que teníamos de nosotros mismo...¡ y vaya que sí duele!
Nos decepcionamos porque nunca nos vemos malos, nos consideramos buenos y justos debido a nuestros propios esfuerzos —los protagonistas de nuestra propia película— cuando no nos vemos buenos nos vemos víctimas; no estamos conscientes de nuestra propia naturaleza pecaminosa, de nuestra indignidad y de la constante necesidad de la ayuda, misericordia y gracia de Dios.
El arrepentimiento genuino que implica un cambio de actitud y de vida, es imposible ante tal inconsciencia.
Sin lugar a dudas, es indispensable un cambio de opinión antes de un arrepentimiento verdadero, y ese cambio comienza con la opinión que tengo sobre mí mismo.
Vemos como el recaudador de impuestos (Lucas 18:13) estaba profundamente consciente de su pecado y su culpa, y con base en tan innegable verdad se vuelve del pecado pidiendo perdón y misericordia en genuino arrepentimiento.
El corazón nunca recurre a Dios en arrepentimiento si este cambio de opinión no ocurre primero.
El arrepentimiento nunca es un acto meramente humano; sino algo que le ocurre a una persona cuando es confrontada con Dios.
Cuando esto sucede ocurre un cambio en su interior, y este cambio operado por el Espíritu Santo mediante la Palabra afecta su actitud y su vida.
Aquí tenemos algunos ejemplo de personajes bíblicos conscientes de su naturaleza humana y estoy segura que decepcionados también de sí mismo; solo hay que continuar leyendo acerca de sus vidas para darnos cuenta:
👉 Asaf = Salmo 73
👉 Isaías = Isaías 6:5
👉 David= Salmo 51: 5
👉 Pedro= Lucas 5:8
👉 Pablo = Romanos 7
Dios les bendigas más...
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